Carlos Palacios, Gerente de People Excellence

¿Cuáles son las lecciones que el espíritu olímpico nos da en un momento en que los equipos de trabajo y las organizaciones pasan por momentos de pesimismo y tensión?

Carlos Palacios1.- El paralelismo del espíritu olímpico y las organizaciones.
Londres 2012, trigésimas olimpiadas de la era moderna, de nuevo un acontecimiento histórico que paraliza al mundo y que sacan lo mejor y lo peor de cada país, el resultado de años de esfuerzo y dedicación. Las de Londres están condicionadas por una situación mundial que también, y permítanme el paralelismo, que también es histórica, una situación económica que hace que las compañías y sus equipos estén pasando por un momento que requiere de un esfuerzo especial y en la que, probablemente, sólo queden los mejores, o por lo menos sólo sean los que han copado el medallero los que sean recordados, aunque muchas de las premisas que el espíritu olímpico tiene, nos pueden servir de referente para sacar lecciones de provecho.

Las Olimpiadas son sin duda un gran ejemplo de espíritu de unidad, de sensaciones que nos engrandecen, sensaciones de país, de grupo, de repente cada cuatro años encontramos una nexo común, nos debería venir a nuestra memoria el momento de la entrada de la bandera nacional en el estadio olímpico de Barcelona, 80.000 personas unidas por una sensación común, por un espíritu contagioso de unidad, en ese momento se nos olvidaron nuestras diferencias, nuestros problemas de nación, cada uno expreso de distinta manera sus sensaciones, pero todo el mundo expreso su alegría. La unidad, primera de las grandes lecciones a aplicar en esta situación que vivimos, la unidad de los distintos agentes que conforman una compañía; en estos momentos de crisis, las organizaciones no pueden permitirse que cada agente social esté desunido y bajo distintas banderas, no quiero decir con esto que se olviden las ideas de cada uno, ni que primen las empresariales sobre las de los empleados, pero sin duda es momento de ceder para encontrar ese momento de ilusión de que estamos remando en el mismo sentido.

Uno de las aseveraciones olímpicas más reconocibles y que se exponen en el ideario del Barón de Coubertain, pero que a su vez es una gran contradicción con el medallero, es la de “lo importante no es ganar sino participar”. Puede parecer que choca empresarialmente con la competitividad, con la productividad, pero creo que la lección o la reflexión a la que nos debe llevar esta afirmación, es a que lo necesario es intentarlo, al espíritu positivo y a la sensación de haber realizado un buen trabajo…, aunque el resultado no sea siempre el esperado, la situación que vivimos es a veces desalentadora, pero las organizaciones no necesitamos profesionales o culturas paralizadas por “no voy a ser lo suficientemente bueno para competir”, necesitamos profesionales y organizaciones que pongan sus capacidades en juego y potencien aquellas fortalezas que les pueden diferenciar de otros, debemos mirarnos a la cara y encontrar signos de satisfacción con el trabajo realizado, aunque acabemos en diploma olímpico. Creo que imágenes como la de atletas entrando en la meta a 1 hora del campeón tras una maratón, deben estar en nuestra retina, probablemente nadie les quitará el reconocimiento del público.

Por último, y unido a lo anterior, el espíritu de lucha y la necesidad de fijarse metas de crecimiento, no de subsistencia, ya que las organizaciones que sólo tratan de sobrevivir nunca compiten… el “Citius, Altius, Fortius” (más rápido, más alto y más fuerte) lema tomado de Dideron, es sin lugar a duda el reflejo de la necesidad de esfuerzo, sacrificio y planteamiento de metas de crecimiento, de mejora, ya que nadie corre convencido si no sabe hacia donde quiere ir.

Pero en ocasiones la tragedia llega y las cosas salen mal o hay imprevistos, recordemos Munich 1972, donde 11 atletas israelíes murieron a manos de un grupo terrorista, la unidad, el espíritu de equipo hizo que esas Olimpiadas continuaran, que todo el mundo se uniera al dolor, pero que éste les sirviera de acicate para seguir y demostrar que un hecho ocasional, por duro que sea, no puede acabar con la historia ni con el orgullo del trabajo realizado.

2.- El significado de los símbolos olímpicos y su reflejo en la gestión de los recursos humanos y organizativos.
Sin duda alguna las Olimpiadas son el sueño de cualquier profesional que se dedique al marketing, la publicidad o la comunicación en su conjunto, millones de personas observando y un halo de antigüedad renovada, pero con la casi increíble permanencia de los símbolos (recordemos que sólo la mascota y el logo se cambian).
La llama Olímpica: Símbolo que se recuperó en las Olimpiadas de Ámsterdam de 1924, que recorre el mundo y que anuncia a su paso la celebración de nuevo de un acontecimiento mundial, es el fuego que da luz a las olimpiadas, que aunque muere pasados los quince días, vuelve cuatro años después. La organizaciones y sus recursos humanos necesitamos algo que nos guie y que nos ilumine, el faro al que todos mirar y decir que está costando pero que aún hay luz. El liderazgo, la estrategia, deben ser la antorcha que soporta el fuego, los relevistas pueden ir cambiando, pero en estos momentos hay que recordar las funciones que tiene un Líder, la exposición a la que tiene que estar dispuesto y recordar que es un referente al que todo el mundo mira.
El Juramento de los atletas: “…respetando y cumpliendo las reglas con espíritu de deportividad, para la gloria del deporte y de nuestros equipos…”. Empresarialmente es momento por parte de los recursos humanos de compromiso, de ejemplo por parte de los Líderes y de valores claros, comunes e interiorizados en las organizaciones. El compromiso con el equipo, con la compañía pero con unas formas de hacer en las que todos nos sintamos confortables, además de al ambiento de trabajo, aportan a la consecución de resultados y a la “expulsión” de los que no los respetan.
La bandera olímpica: Sin duda el símbolo más reconocible de unas olimpiadas, de hecho sólo ha habido dos banderas que se han ido transmitiendo de ciudad en ciudad. La bandera olímpica, con sus cincos aros que representan a los continentes y razas, nos habla de globalidad, de visión extra territorial, en definitiva nos habla, llevado al mundo empresarial, de mirada amplia, de visión global de mundo como escenario de crecimiento y desarrollo en nuestras empresas y carreras profesionales, nos habla de internacionalización y de unión intercultural, buscando los nexos de unión, buscando mercados que pueden ser receptores de nuestros productos y servicios, entendiendo otras demandas y buscando en nuestras capacidades para satisfacerlas.
La obras Olímpicas: Siempre el gran escollo para que una ciudad decida querer celebrar una Olimpiadas, por la disyuntiva entre el coste a corto y el beneficio a largo, es obvio que si no puedo financiarme no puedo construir, pero también lo es que los sacrificios de hoy han traído unos ingentes beneficios de futuro; en el caso de las Olimpiadas la imagen de país o el desarrollo de ciudades y zonas degradas (Barcelona, el área industrial londinense que alberga los juegos, la imagen de modernidad China, el desarrollo de Rio de Janeiro…), fueron y son un sacrifico económico, pero con perspectiva de futuro, siempre y cuando se hagan con inteligencia y una cierta dosis de creatividad. Las organizaciones que están invirtiendo, aunque sea una pequeña parte en el mañana, no pueden esperar recoger frutos.
• Dentro de las inversiones a medio y largo plazo, cobra una especial relevancia la inversión en la gente, bien en deportistas, bien en profesionales, pero los programas Ado del deporte o los programas de identificación y gestión de talento, son fundamentales para generar cantera, y asegurar el éxito futuro, están condicionados poa la capacidad inversora del país o de la compañía, pero son sin duda una apuesta de futuro y de aseguramiento que lo mejores siguen conmigo, quizás en menor cuantía, pero están por que hemos decidido como organización que nos lleven al éxito futuro.
Voluntariado Olímpico: El altruismo, la generosidad y la capacidad de ayudar a los demás, que en valores empresariales se traducen en ruptura de silos, intercambio de información y trabajo en equipo. Trabajar para ayudar a mi grupo, a mis colaboradores, a mis iguales debe ser una máxima de los profesionales en estos tiempos históricos. Este espíritu se contagia, como siempre ha pasado en las ciudades olímpicas, unas tardan más y otras menos, pero la labor del voluntario hace que al final todas catalicen bajo en espíritu de unidad y fin común.

Pero si hay algo que el espíritu olímpico nos debe enseñar a los profesionales y las organizaciones, es que todos tenemos una oportunidad, que podemos aportar y que si demostramos nuestra capacidad de esfuerzo hay cabida para todos… por tanto quiero cerrar estas reflexiones con un inmenso agradecimiento al movimiento Paralímpico.

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