Por Rodrigo Llorente, Manager en People Excellence

Rodrigo LlorenteDesde el comienzo de la crisis, venimos escuchando el concepto de “darwinismo laboral”, un símil que a menudo se está usando para identificar las características aquellos profesionales en peligro de extinción que aún conservan su puesto de trabajo en un entorno que se ha vuelto extremadamente selectivo.

Aunque el término se explica desde diferentes perspectivas y matices dependiendo del autor que lo utiliza, muchos apuntan al índice de productividad como denominador común de aquellos que sobreviven.

Y es que, productividad y rentabilidad están siendo hoy más vigiladas que nunca. Se acabaron pues los días felices para aquellos que transitan por los pasillos de nuestras oficinas sin mucho que hacer, ya que según las bases del “darwinismo laboral” más radical, hoy día sólo el más productivo sobrevive.

En su libro “El origen de las especies”, Darwin explica su teoría de la selección natural que vaticina que sólo los más aptos sobreviven. Pero en realidad toda la teoría se sustenta en una base clara de evolución y cambio. Algo que parece haber olvidado el actual “darwinismo laboral”.

Hoy más que nunca, el cambio es una constante en nuestras vidas y mucho más en nuestra realidad profesional. No conozco una sola empresa que no haya puesto en marcha planes anticrisis que conlleven cambios. Ya sea de estrategia, creación de nuevos servicios y productos, cambios en la estructura organizativa, reducciones de plantilla, puestos que desaparecen o puestos que se crean…

Nos encontramos en un entorno que cambia diariamente; casi sin aviso, las personas hemos de adaptarnos y hemos de reinventarnos. Nos lo exigen nuestros clientes y el mercado. Por ello, aunque el índice de productividad siempre será un criterio fundamental de la “selección natural laboral”, la flexibilidad y el grado de adaptación al cambio cobra ahora una importancia fundamental.

En el contexto actual, la zona de confort de un individuo es lo más parecido a un hotel; no podemos permitirnos el lujo de estar en ellos demasiado tiempo. Salir de la zona de confort no es fácil de por sí, por lo que convertirlo en un hábito, se antoja muy complicado… pero no imposible, estamos preparados para ello.

Actuamos de una determinada manera porque es la forma en que hemos moldeado nuestro cerebro. Ahora bien, hoy también sabemos que nuestro cerebro y nuestras conductas mantienen una relación bidireccional, es decir, introduciendo cambios en nuestra conducta iremos moldeando nuestras conexiones. ¡Está demostrado! Cambiar es posible.

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