—Y ¿por qué este cambio? ¿Estabas mal?
—No estaba mal, pero quería salir de mi zona de confort.
—Qué manía con eso de salir de la zona de confort… Parece que se ha puesto de moda… Salir de la zona de confort, ¿para qué?
—Para probar cosas nuevas, marcarme retos, no acomodarme…
—Pero en la zona de confort se está bien, se está calentito, se está confortable, de ahí le viene el nombre, digo yo…
—Bueno se está bien por un tiempo, sí, pero a veces hay que arriesgar.
—Arriesgar, arriesgar…nunca os entenderé a los modernos…

Hace 10 meses que realicé mi cambio profesional y me uní al fantástico equipo de People Excellence. El cambio, como suele ocurrir, también implicó retos personales. Todo era nuevo: otra forma de hacer las cosas, nuevos compañeros, nuevos clientes, nueva ciudad, nueva casa, nuevo día a día, en fin, nueva vida…

Y no os voy a negar que el cambio, aunque es excitante, también resulta duro en ocasiones; y es verdad ,en la zona de confort se está calentito y fuera, a veces, sientes mucho mucho frío. Quizás tenga algo que ver en mi caso, los diferentes climas de Sevilla y Madrid. Sin embargo, de cualquier forma, creo que la parte emocional también repercute en ese frío.

Justo por eso, me encuentro en la obligación casi moral de animar a salir de la zona de confort a todo el que se lo esté planteando, por duro que parezca al principio.

Aquí os enumero mis 9 personales razones para salir de ella, aplicables seguro a todas y cada una de vuestras particulares zonas:

1) Las cosas que cuestan son las que mejor saben…

Empecé mi andadura en febrero. Recuerdo que los primeros días, en los que me estuve quedando en una casa que tiene mi tía a las afueras de Madrid, tenía que pasar todas las mañanas por uno de esos puentes que cruzan la autopista, para poder coger el cercanías. Pasaba por allí con mi bufanda hasta los ojos (creo que no existe sitio en el mundo que haga más frio que encima de los puentes que cruzan las autopistas) y con un pequeño nudo en el estómago. Tenía un frío en el cuerpo que no se me quitaba en todo el día; ni siquiera en la oficina con calefacción (os lo dije, se trataba de un frío más bien emocional).
Debo admitir que más de uno de esos días, caminando por el puente de la autopista, pensé aquello de “¿quién me mandaría a mí salir de mi zona de confort?”; pero os aseguro que, con sus días buenos y malos, no me arrepiento de mi decisión y ahora que ha pasado el  tiempo y he visto que puedo con ello, recuerdo esos primeros días y se me dibuja una sonrisa en la cara.

“Mejorar es cambiar; ser perfecto es cambiar a menudo”, Churchill

2) Los cambios son siempre a mejor
Mejorar es cambiar; ser perfecto es cambiar a menudo, decía Churchill; y es que vivimos en un mundo en constante cambio, así que mejor que cambiemos nosotros de motu propio o será el mundo el que nos cambiará, y no sé si de la forma que esperamos. Sé proactivo, no reactivo y conviértete en protagonista de tu propia vida, antes de que sea demasiado tarde. Elige tu destino.

3) Si tienes una inquietud, debes seguirla
Para tomar una decisión de si te lanzas o no a esa nueva oportunidad laboral, a ese cambio de ciudad, de casa o de vida, no sirve realizar un Excel de pros y contras, no sirve contabilizar, ni hacer balance, no sirve sacar porcentajes de posibles éxitos o fracasos, que va…Es más bien una cuestión de qué te impulsa y qué no. ¿Tienes una inquietud dentro? Pues lánzate a por ella. Ya sabes que nos arrepentimos mucho más de lo que no hacemos, que de lo que hacemos; por tanto, tírate a la piscina. De acuerdo, asoma un poco la cabecita para comprobar que hay agua, pero tírate, la vida son dos días ¿vas a dejar que los dos sean iguales?

4) Será un éxito, y si no, ten por seguro que será un aprendizaje
Sí, de acuerdo, todo este rollo está muy bien. Todo esto de conseguir el éxito aunque cueste, pero ¿y si no es así?, y si, aunque cueste, nunca llega el éxito, o no era lo que buscabas o lo que esperabas… Esto es cómo la película Perdiendo el Norte, que se plantea eso de: “Claro en Españoles por el mundo sacan a todos los que han triunfado, con sus súper trabajos, sus súper casas, sus súper maridos o mujeres guiris, altos y guapos, y sus hijos rubios y felices. Pero ¿qué hay de los que se fueron y no se comieron un colín? A esos no los sacan”. Y no, lamentablemente, no los sacan, pero ¿sabéis qué? Ya han ganado mucho más que el que se queda en casa en su zona de confort y también se come un colín. Los que salen de ella ya tienen algo ganado: la experiencia vital y el aprendizaje.

5) Sube la adrenalina
Desde que he salido de mi zona de confort, suena muy a menudo en mi cabeza, a modo banda sonora, la canción de Jennifer López; y es que con los cambios, con los retos, con lo que no controlas a priori, siempre sube la adrenalina. Y la adrenalina sube tus niveles de felicidad, si no ¿por qué hay personas a las que les gustan los deportes de riesgo? No es que esté pensando tirarme en paracaídas, pero sí que es verdad que fuera de la zona de confort te sientes más vivo. Y aunque haya momentos en que el corazón vaya a mil porque no controlas algo, cuando lo consigues, la satisfacción es doble y hasta te entran ganas de bailar a lo JLO cuando terminas de impartir un curso y parece haber sido un éxito.

6) Te das cuenta de que SÍ puedes
Una vez leí en un libro que uno es siempre capaz de lo que necesita hacer. El párrafo decía así: Quien no es capaz de algo, ya sea una cuestión mecánica, logística o técnica, es porque no lo ha necesitado hasta el momento con la suficiente desesperación. Si no, pensad en nuestros antepasados consiguiendo fuego; o sin ir tan lejos, pensad en los concursantes de Supervivientes, sin graduado escolar y sin aspiraciones más allá de sus extensiones, pero consiguiendo hacer fuego (que no es tarea fácil). ¿Sabéis por qué lo consiguen? Porque lo necesitan.  Desde entonces, me siento capaz de todo y trato de no amedrentarme por nada, si ellos pueden, yo también. Todo lo que a priori no sé hacer, se puede aprender con estudio, paciencia y dedicación.

7) Demuestra a los demás, de lo que eres capaz
Por lo general, las personas que no se atreven a salir de su zona de confort son los que te tratarán de convencer de no salir de ella: “No, no salgas”, “es una locura”, “¿para qué?… Recuerdo que cuando le conté a una amiga mi cambio, me dijo:

—Pero ¿por qué vas a dejar tu casa con lo bien que vives? Tus padres son encantadores, ropa limpia, comida en la mesa … ¿Qué más quieres?
—Pues entre otras cosas, justo eso, hacer todo ello por mí misma.
—Pero ¿vas a dejar de comer las albóndigas de choco de tu madre? Es pensar en esas albóndigas y se me hace la boca agua…
—Sí, a mí también, pero no voy a condicionar mi carrera y mi vida por unas albóndigas…

8) Sólo fuera de la zona de confort es donde ocurre la magia
Aunque dé miedo cruzar la barrera, aunque imponga salir, aunque aterre saltar, las cosas más especiales, maravillosas, imprevistas y estimulantes, amigo mío, siempre ocurren fuera. Difícilmente ocurrirán en el sofá de tu casa. Este tipo de cosas suelen aflorar cuando conoces a personas nuevas, visitas lugares desconocidos o se presentan situaciones en las que te pones a prueba a ti mismo. Por mucho que cueste ¿quieres o no quieres vivir la magia?

9) Y para todo lo demás… tupper de Mamá
A ver, a ver, también existen pequeños trucos, es decir, herramientas, amuletos, cosas, llámalo x, que a cada uno nos ayudan a encontrarnos cerca de nuestra zona de confort, cuando estar tan alejados, pesa. Os confieso mi truco: los tuppers de mi madre. Siempre que voy a Sevilla vuelvo cargada de ellos, y los tengo en el congelador de la oficina, provocando la envidia de todos mis compis. Es comer comida de mi madre y sentirme como en casa; y sí, sigo comiendo de vez en cuando albóndigas de choco.

Porque, aunque salir de la zona de confort está muy bien, nos hace crecer, madurar, encontrar la magia y sentirnos libres… Todos necesitamos de vez en cuando nuestros particulares tuppers, aquellas cosas que hacen que te sientas como en casa, fuera de ella.

¿Y tú? ¿Cuáles son tus tupper?

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