Nos encontramos ante dos conceptos que muchas veces confundimos, cuando poco o nada tienen que ver. Lo que sí es cierto es que juntos, son una combinación ganadora.

Hay tres frases que he leído últimamente en nuestra campaña #PeopleInspire, cargada de inspiración.

  • “No cuentes los días, haz que los días cuenten.” Muhammad Ali, ex-boxeador estadounidense.
  • “A veces se gana, y a veces se aprende.” Alex Rovira, escritor y conferenciante español.
  • “La vida es un 10% lo que me ocurre y 90% cómo reacciono a ello.” John Maxwell, escritor y conferenciante norteamericano.

Después de leerlas un par de veces me di cuenta de lo que tienen en común: la actitud.

La actitud es la manera en la que afrontamos las distintas situaciones que  la vida nos va poniendo y pone de manifiesto nuestra fortaleza cuando somos capaces de superar una circunstancia difícil.

Siempre he pensado que la felicidad está muy ligada a la actitud que adoptamos frente a lo que nos ocurre. Mientras que las situaciones son muchas veces imprevisibles, la actitud con la que las afrontamos sí que depende de nosotros mismos. Se puede decir por tanto que depende al 100% de nosotros y que es una decisión personal e intransferible.

En un entorno laboral en el que estamos constantemente relacionándonos con personas, la actitud juega un papel fundamental ya que la manera de trabajar en equipo, de gestionar proyectos, de transmitir nuestros pensamientos y de relacionarnos con nuestros compañeros nos definen como personas y como profesionales. Podemos ser expertos en nuestro campo, tener un gran equipo a nuestro cargo, muchos años de experiencia, organizar el trabajo de los demás, pero sin actitud nos falta algo imprescindible.

En mi opinión, debemos tener en cuenta qué se hace (aptitud) dentro de una organización pero sin olvidarnos nunca de cómo se hace (actitud). Creo que ambas por separado funcionan a corto plazo pero si queremos llegar lejos necesitamos las dos. Creo también que a la hora de comparar, la actitud gana por goleada. En ningún caso se puede negar que para trabajar en cualquier cosa hacen falta una serie de aptitudes, de conocimientos para poder llevar a cabo las actividades del día a día, pero sin actitud es fácil que estas tareas no lleguen a buen puerto. Las ganas, la motivación, el esfuerzo y en definitiva la actitud hacen que nuestro trabajo tenga la combinación perfecta de factores para desarrollar nuestras actividades de la mejor manera.

Es importante destacar que mucha parte de las aptitudes que necesitamos en nuestro día a día las vamos aprendiendo de forma natural a la vez que trabajamos, ya que nos vemos envueltos en un aprendizaje constante que nos hace desarrollarnos y avanzar profesionalmente. Pero, ¿qué pasa con la actitud? En la mayoría de los casos es algo que viene de serie, algo intrínseco a la persona y que también en muchos casos se ve favorecida por el ambiente de trabajo: si estamos contentos con lo que hacemos, con la empresa, con nuestros jefes y compañeros… Pero no dejemos que los factores externos sean los que más condicionen nuestra actitud. Debemos intentar maximizar la parte interna de la actitud, la que depende de nosotros aún en los momentos más difíciles, la que viene de nuestro optimismo, de querer hacer las cosas bien, de querer crecer y aprender y estar satisfechos con lo que hacemos aunque el entorno no nos lo ponga siempre fácil.

La actitud muchas veces se contagia. Estar rodeado de un equipo motivado, lleno de energía, dispuesto a ayudarte cuando surge algún problema, comprometido con lo que hace, etc. provoca en la mayoría de las ocasiones un efecto muy positivo en los demás. Esto al final crea un gran ambiente laboral en el que las personas de la empresa están contentas con lo que hacen, tienen ganas de innovar, de hacer las cosas cada vez mejor, de desarrollarse continuamente y de mejorar los procesos de la organización para hacerla crecer.

Y tú, ¿contagias actitud positiva?

 

Reflexiones sobre motivación y compromiso

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