Francisco Ivorra, Partner en People Excellence

El mercado nos sorprende diariamente convulsionando la realidad de nuestras empresas (incluso por elementos no directamente dependientes ni controlables por ellas mismas) y, sin embargo, en la gestión de personas prima, en exceso, la cautela. Dejamos al margen situaciones de deslocalización o cierre por cualquiera de sus distintas formas y las nefastas consecuencias que ello provoca en una plantilla expuesta, en muchas ocasiones, a decisiones más o menos estratégicas y, en más o menos de sus veces, por decisiones con expectativas a corto plazo.

Centrándonos en la pura gestión de personas es sorprendente la serenidad mal entendida según la cual alguien que no rema en ninguna dirección es reconducible y lo que es aún peor, aquel que rema en la dirección contraria (consciente e intencionadamente) es a menudo reubicado en lo que coloquialmente llamamos “puestos sin contenido”.

Dejamos también al margen el daño ocasionado por estas personas en su entorno más directo y pese a que el camino hasta ese momento es lento y tortuoso, mi pregunta es ¿merece una organización estas protecciones? ¿Es incluso razonable para los afectados? Trabajamos incansablemente por el bien de algo y, sin embargo, toleramos el enorme coste organizativo del mantenimiento injustificado de ciertas personas en la organización de la que reniegan en cada nueva oportunidad que se les presenta. La Ciencia nos demuestra que cada persona encuentra su ubicación si se le deja buscar y que una situación negativa hoy, mañana será perversa y pasado dramática, ya que mientras se mantengan las mismas hipótesis de actuación la situación sólo puede empeorar.

Los organigramas de una empresa son, en no pocas situaciones, un laberinto de funciones dispersas que nadie quiere gestionar

No he intentado razonarlo empíricamente pero es curioso que en directivos de empresas de tamaños pequeños o medios, en ocasiones que hemos hablado de estos temas se suele reconocer que es vital que estas personas salgan cuanto antes de sus organizaciones, sin embargo, en cuanto las organizaciones se hacen más grandes surgen casi como una consecuencia de su dimensión, esos “puestos vacíos”. Personas que ocupan posiciones, muchas veces incluso estratégicas y que, sin embargo, sobreviven sin mucho sacrificio y con más privilegios de los que su esfuerzo y compromiso podrían merecer.

Los organigramas de una empresa son, en no pocas situaciones, un escondite y laberinto de funciones dispersas y complejas que nadie quiere gestionar.

Cada caso es un mundo y todos tendemos a justificar aquello que no gestionamos. Mi recomendación es que sólo se equivoca aquel que toma decisiones y que una decisión rápida no es siempre una decisión precipitada. De aquí en adelante ya es cosa tuya.

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