Por Luis Goyanes, director de People Excellence
Ahora que está tan de moda hacer de la cocina un arte, una competición y hasta un programa que arrasa en el “prime time” de las cadenas de televisión, las metáforas culinarias cobran especial interés.
Comparto una frase que escuché hace unos días y que me resultó especialmente descriptiva; decía así, “comida inglesa, lo siento, o es comida o es inglesa”.
Vaya por delante mis disculpas a todos los anglófilos amantes de la comida inglesa.
Tal vez lo más importante no es la afirmación en sí misma sino el contexto en el que la escuché. Este no era otro que el último módulo de un programa de desarrollo directivo. En los módulos anteriores habíamos abordado herramientas tan necesarias como el desarrollo de un plan integral de negocio, metodologías para la planificación estratégica, modelos de gestión de conflictos, incluso habilidades para las conversaciones de feedback, motivación y evaluación de resultados.
El rendimiento hasta este punto había sido excelente, el nivel de aprendizaje muy elevado y el dominio muy notable.
Este último módulo había generado dudas, ¿inteligencia emocional para directivos? ¿debe un directivo ser emocionalmente inteligente?¿aportaríamos valor a su gestión o tan solo sería un complemento estético para el proyecto? Ante estas preguntas, uno de los asistentes a la reunión no lo dudó y comentó …. ¡inteligencia emocional para directivos, pero eso es como la comida inglesa, o es comida o es inglesa!
Desde la primera de las sesiones, las dudas se disipan. Un directivo ha de ser inteligente emocionalmente si quiere ser un directivo completo.
Cierto es que el nivel de partida siempre va a ser elemental. Nadie nos ha educado en el reconocimiento de las emociones, en su gestión personal y en el manejo de las emociones con nuestro equipo de trabajo. De hecho, hasta hace relativamente poco que estaba mal visto hablar de emociones en el contexto laboral y mucho menos a niveles de Dirección.
¿Qué aporta la inteligencia emocional a la gestión directiva?
La primera conclusión es indiscutible: dota a los directivos de un punto de vista de la realidad de su propia gestión diferente y complementario al punto de vista clásico. Se pasa de interpretar la realidad desde el punto de vista de los comportamientos y los resultados, a hacerlo también desde el punto de vista de los pensamientos que se generan en la cabeza del directivo y de las emociones que le genera su propia función directiva.
La segunda y fundamental: les ayuda a descubrir y desarrollar la capacidad para modular su propio estado emocional y adecuarlo antes de enfrentarse a situaciones tales como la toma de decisiones, la gestión de un conflicto, la corrección de desviaciones, etc.
La tercera: incrementa su valor y eficacia como gestor al dotar a sus relaciones interpersonales de las habilidades para transmitir su inteligencia emocional a su equipo. Gestionar sus relaciones con colaboradores, clientes y proveedores con la inteligencia emocional adecuada, incrementa la satisfacción y aceptación de todos aquellos con los que se relaciona el directivo.
Qué duda cabe que una de las claves del éxito de un programa de inteligencia emocional directiva está en su novedad y, por lo tanto, en el veloz ritmo de aprendizaje que proporciona. Aunque, sin duda, la principal aportación está en sus infinitas situaciones de inmediata aplicación.
Si se lo cuestionan, permítame tan solo una pregunta personal: ¿cómo le ha afectado a su rendimiento profesional, a su desempeño y contribución en su compañía y por qué no, a su propia satisfacción y felicidad en su trabajo la inteligencia emocional (o todo lo contrario) de los directivos que ha tenido a lo largo de su carrera profesional?
Lamentablemente, la respuesta es demoledora.
Totalmente de acuerdo con la aportación de la inteligencia emocional a la gestión directiva
La inteligencia emocional aplicada a la empresa y a la vida en general es fundamental: la influencia se ejerce desde las emociones, y por lo tanto el ejercicio del liderazgo se practica desde la gestión emocional de las personas, y no del mando.
Interesantísimas lineas Luis, muchas gracias. Un abrazo