Por Luis Goyanes, Director de People Excellence

Luis Goyanes

Dice el principio de la ley de la conservación de la energía que la energía no puede crearse ni destruirse, sólo se puede cambiar de una forma a otra. A este principio que todos recordamos de nuestra etapa escolar, las organizaciones de hoy incorporan un nuevo axioma: la energía se aprovecha dirigiéndola al mercado o se quema en la organización.

En un contexto tan competitivo como el actual aquellas organizaciones que quieran ser alguien en su mercado, deben ser capaces de mantener la concentración, la estrategia y la visión en el negocio y no despistarse en exceso con trifulcas internas, tribus organizacionales y politiqueos de pasillo.

Por desgracia, muchos empleados y algunos empresarios, conciben su trabajo, empresa o hasta su negocio, como una extensión de su vida familiar y social. Probablemente un psicoanalista hablaría del ansia de rellenar un vacío social y familiar evidente. Esto necesariamente acaba generando un roce de personalismos que se mezcla y confunde con un espacio laboral.

Se ponen en valor la afinidad personal, los egos respaldados y se crean falsas imágenes de autoestima herida y potenciada.

Mucha responsabilidad de esta situación radica en aquellos departamentos de Recursos Humanos que entienden su función como la más friendly y soft de la organización, basada en su capacidad de potenciar las relaciones humanas y en ser los más simpáticos y agradables del equipo.

La solución a estos contextos tan habituales es compleja dado que probablemente nazca del ADN tan hispánico de tratar de convertir “mi empresa en mi cortijo”. Un poco de frialdad, un mucho de profesionalidad y una despersonalización de las relaciones se antojan elementos que forman parte de la solución.

Recetas que pueden ayudar a mantener la energía intacta y poder sacarla al mercado para competir, son las que se centran en actuar en base a procesos, en argumentar en base a ratios, en fomentar los encuentros y relaciones en base a equipos funcionales transversales.

El enemigo que consume la energía internamente y hace que salgamos tibios al mercado, descansa en todo lo contrario; actuar en base a filias/fobias, argumentar en base a estados de ánimo, fomentar encuentros en base a “grupetes“ de amigos.

Como decía un antiguo compañero y amigo, “a esta empresa yo vengo a trabajar porque me gusta mi trabajo y me gusta trabajar; para hacer amigos ya tengo mi fin de semana”.

El indicador más cotidiano para poder regular hacia donde dirigimos la energía, es tan sencillo como pensar dónde se han centrado mis retos y preocupaciones en esta última semana. Si la respuesta mira dentro de la puerta que se abre cada mañana cuando llego a la oficina, le energía se habrá quemado. Si por el contrario piensa en mi mercado, mis clientes, etc, la energía, sin duda, se ha transformado en valor.

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