Hace unas semanas se  celebró en Canarias el Día del Emprendedor con diferentes jornadas. Los canarios son, junto con los madrileños y los andaluces, los jóvenes más emprendedores, según el informe Radiografía de la universidad española, elaborado por Educa 2020, con el apoyo de la Fundación Axa y el instituto Gad3.

Según este estudio, actualmente un 26,8 por ciento de los universitarios tiene iniciativa emprendedora.  Su principal factor de motivación laboral es la autoafirmación; este factor agrupa la aspiración de ser independiente, ocupar un puesto de trabajo desafiante o ser tu propio jefe, entre otros. Elementos que se relacionan directamente con la propia capacidad emprendedora.

Esta capacidad no es nueva en Canarias. Las Islas tradicionalmente se han caracterizado por la actitud emprendedora de sus profesionales. Esta condición favoreció la irrupción de un sector turístico fuerte en Canarias, gran motor que mueve la economía de las islas, y el  establecimiento en los años `80 de un gran número de empresas hoteleras familiares, fundados por una generación de luchadores.

Muchas de estas empresas se enfrenta hoy al difícil reto de la convivencia profesional entre dos generaciones de directivos, babyboomers y millennials. La segunda generación de los que fueron los grandes emprendedores de los años 80 y 90, llegan con fuerza a posiciones de dirección en sus empresas familiares.

Aportan ideas de gestión procedentes de sus aprendizajes en las mejores universidades, escuelas de negocio y experiencias en otros países. Sus padres apostaron por la mejor educación para sus hijos, futuros sucesores de sus negocios.

No obstante, algunas de estas ideas, muy centradas en el desarrollo del capital humano como motor de las organizaciones,  resultan “revolucionarias” en sus compañías, de gestión más tradicional y conservadora, pero avalada por la experiencia y los resultados.

Hacer ver a sus progenitores, fundadores y emprendedores en su momento, los beneficios del compromiso y la motivación de las personas, de la diferenciación y del reconocimiento del esfuerzo, o de un ejercicio adecuado de liderazgo, se convierte en ocasiones en un auténtico reto.

Pues estos jóvenes directivos se enfrentan al desafío no solo de defender su visión sobre la compañía familiar, si no de tener que hacer frente, en algunos casos, a la autoridad paterna, desde una posición de menor experiencia, lo que implica una dificultad adicional.

Los próximos años asistiremos a una auténtica revolución en la gestión de personas en la empresa familiar canaria, proceso indispensable para hacer sostenible el crecimiento económico actual en las islas.

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