Por Jaime Peiró, consultor de People Excellence
“No actuar por miedo al fracaso es el mayor fracaso”
Pablo Ruiz Picasso
El término emprendizaje está hoy en boca de todos. Aunque siempre haya existido la figura del emprendedor en la sociedad bajo otras denominaciones (empresarios, pioneros, aventureros o hasta locos), las circunstancias actuales han hecho que todos los actores con verdadero poder de decisión en la economía hayan vuelto su vista hacia esta “rara avis”.
De hecho la legislación específica, los presupuestos generales del estado así como distintos estudios recientes sobre el tema revelan como las personas en situación de desempleo optan cada vez más por emprender para salir adelante. Pero una vez se emprende ¿qué hay que hacer para tener éxito?
Os propongo retroceder a nuestra infancia por unos minutos y tratar estas cuestiones empleando una de las fórmulas más antiguas para sacar conclusiones de la vida, las fábulas.
Introducción
En un pequeño pueblo de las afueras de la ciudad, Paloma y Luis tienen 5 años y afrontan temerosos su primer día de colegio. Aquellos niños jugaron y aprendieron juntos hasta convertirse en grandes amigos.
Luis era el estudiante ideal; muy responsable y organizado. Le gustaba tener todo bajo control por lo que todos los días elaboraba su propio plan de estudio y lo seguía a rajatabla. Metódico y analítico, descendía la información al detalle y disfrutaba aplicando normas que le llevaran a un resultado cierto.
Paloma no siempre obtenía las mejores notas pero era una alumna con una actitud muy positiva, una gran fe en sí misma y a la que no le importaba asumir riesgos o equivocarse pues entendía el error como algo favorable, una oportunidad para aprender. Al contrario que su amigo, ella rechazaba seguir procedimientos prestablecidos y disfrutaba abriendo escenarios nuevos o ideando nuevas formas de trabajar.
Los años pasaron y el colegio acabó. Nuestros protagonistas separaron sus caminos. Mientras Paloma se trasladó para iniciar sus estudios universitarios en la ciudad, Ramón permaneció en el pueblo y por necesidad, comenzó a trabajar. Perdieron todo contacto.
Núcleo
10 años después los amigos se volvieron a encontrar en el mismo sitio donde muchos años atrás se conocieron; la puerta de su antiguo colegio. El encuentro estuvo cargado de sorpresa y emotividad, ¡Hacía tanto tiempo que no se veían! Tenían prisa, por lo que prefirieron ponerse al día la mañana siguiente tomando un café. Esa larga conversación fluyó desde el terreno personal hasta el profesional. Curiosamente ambos habían iniciado sus propios negocios, eran empresarios.
Paloma tras licenciarse en Publicidad y trabajar en el departamento de marketing de una importante multinacional, decidió iniciar su propia agencia de comunicación.
Pero las cosas no le fueron todo lo bien que esperaba. Con un presupuesto muy modesto y una plantilla de 3 personas, Paloma luchó duramente por sacar adelante su compañía. Sus jornadas de trabajo eran interminables y aunque contaba con grandes ideas que realmente podían aportar algo nuevo y diferencial al mercado, fueron pocos los clientes que solicitaran sus servicios.
Aunque aquellos clientes declararon haber quedado enormemente satisfechos con su trabajo, por algún motivo, nunca volvieron a llamar a su puerta. En añadido en más de una ocasión, con el objetivo de introducirse en el mercado, Paloma decidió seguir la arriesgada práctica de bajar el precio de sus servicios al mínimo con tal de ser la agencia elegida para desarrollar proyectos en clientes de indudable poder de mercado y repercusión. Los números no cuadraban. Los gastos superaban ampliamente a los ingresos y sus colaboradores apenas disponían de trabajo. La situación se volvió irreversible por lo que a Paloma tuvo que cerrar la empresa. Desde entonces, se encontraba en situación de desempleo.
Por su parte, Luis trabajó en todo aquello en lo que tuvo oportunidad. Tras algún tiempo, había acumulado suficientes ahorros como para alquilar un local en la plaza del pueblo y montar una panadería. Constituir un negocio no era a priori una aspiración profesional para él si bien creyó que esa podría ser una buena forma de ganarse la vida sin atender a más órdenes que las que él mismo se impusiera.
Consciente de que iba a trabajar con márgenes muy bajos desde un principio supo que debía “cuidar cada céntimo” que entraba o salía de la panadería. Por ello, con un control pormenorizado llevó las cuentas del negocio en todo momento cuestionándose continuamente cuál era la forma más eficiente de gestionarlo. A un ritmo muy pausado pero constante, los resultados comenzaron a observarse. Los ingresos ya eran suficientes para sufragar los costes y para proporcionarle un sustento económico. Incluso pudo adquirir en propiedad el local y llevar a cabo una obra de remodelación en el mismo.
Animado por los resultados y en vista a las demandas de algunos clientes, decidió contratar a una repostera y comenzó a vender productos de pastelería y de desayuno. Esta iniciativa recibió una enorme acogida entre sus clientes -¡Que buenas están las tartas de limón de Luis!¡,¡Has probado sus pasteles…son increíbles!, ¡Las chapatas más ricas de España y hechas por él! – y transcurridos unos meses fueron dos más las personas contratadas para hacer frente a la demanda creciente. Además compró una máquina de café, una nevera y llegó a un acuerdo con el ayuntamiento para que le permitiera colocar una terraza donde sus clientes pudieran degustar tranquilamente los productos que adquirían.
Todas estas inversiones fueron miradas con lupa antes de ser acometidas y es que Luis lo tenía claro; no tomaría ninguna decisión que pudiera poner en riesgo la viabilidad económica de su empresa. Ésa era una máxima innegociable.
Su negocio era todo un éxito en el pueblo y además constituía un motivo importante de satisfacción personal y así, se lo hizo saber a Paloma.
Incrédulo se quedó cuando su amiga le respondió fríamente, “No está mal, ¿Te vas a quedar aquí?”.
¿Cómo? Intervino Luis,
“Sí, es lo que querías y me alegro por ti pero no te estás dando cuenta de la enorme oportunidad que tienes entre manos. Tu negocio funciona, y funciona porque la gente va a tu panadería, no a las demás, y eso es porque tú les ofreces algo distinto. Si funciona aquí ¿Por qué no va a funcionar fuera?”
“¿Qué insinúas Paloma?” interrumpió el empresario,
“Que me dejes colaborar contigo” respondió ella de inmediato.
Desenlace
Y así fue. Paloma y Luis llevan trabajando juntos desde entonces. Ahora son los socios de una de las cadenas de panaderías-pastelerías más importantes de España que cuenta ya con más de 20 establecimientos.
En solo 5 años, Paloma ha dado un giro de 180º al modelo de negocio de la panadería; cambió su imagen para que fuera más atractiva, introdujo una agresiva política de promociones, abrió nuevos canales de venta y apostó por nuevas líneas de negocio. Entretanto, Luis demuestra a diario su gran habilidad como gestor, acometiendo inversiones acertadas y optimizando los recursos financieros de la compañía. Juntos sin duda han alcanzado el éxito empresarial.
Moraleja: Principios y valores del emprendizaje
Esta pequeña historia refleja como:
- El emprendizaje es el motor de toda economía. Sin personas que se atrevan a arriesgarse poniendo en valor sus ideas y apostando por ellas, no habría empresas, y sin empresas, no hay economía.
- Luis es denominador. Su perfil racional y analítico le permite sacar máximo partido a sus recursos pero su falta de visión le impidió darse cuenta del potencial que escondía su panadería.
- Paloma es numerador. De mente abierta y creativa, es capaz de llegar donde otros ni siquiera alcanzan a pensar. Hace cosas distintas a la competencia pero su agencia de comunicación cierra por desatender las cuentas.
- Juntos forman una pareja invencible. Ella crea recursos que luego él optimiza. Cuando el numerador y el denominador se igualan, la fracción es igual a 1. Entonces, el equilibrio es una realidad y con ello, la fórmula del éxito empieza a coger forma.
En suma, hemos visto como es esencial para cualquier emprendedor tener una idea y ser capaz de desarrollarla, pero no hay que olvidar que existe un proceso de aprendizaje detrás en el que el asesoramiento y la formación en aquellos aspectos que hacen de una idea probablemente buena, un proyecto de éxito, resulta decisiva. Y es que todo emprendedor debe tener claras las competencias que esa aventura le va a requerir y ha de buscar la mejor forma de desarrollarlas.
Ante esta situación como profesionales de Recursos Humanos debemos estar atentos aportando procesos y formación que refuercen las áreas de mejora que cada emprendedor puede tener. Además, debemos llevar a cabo esta función desde el compromiso con aquellos que tiene el valor de empezar a recorrer caminos no explorados.
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